Salva a su pueblo portugués con una tradición centenaria
MANTEIGAS.- Hace catorce años, una mujer llamada Isabel Costa tenía el sueño de abrir un hotel de campo en Manteigas,
un pueblo enclavado en la pintoresca región montañosa de Serra da
Estrela, de camino al noreste de Portugal. Pero cuando se enteró de la
historia y la situación económica de esta localidad, cambió el objeto de
su inversión.
A partir de ese momento su idea original se había
trastocado en la adquisición de una vieja fábrica de lana, una de las
once que alguna vez operaron en aquel recodo perdido del país, sobre
todo en una época, hacia finales del siglo XIX e inicios del XX, en que
la producción de lana era el rubro esencial de toda esa región.
Con el auge de la industrialización y sobre todo cuando este tipo de
tejido empezó a ser fabricado en el extranjero y traído a Europa, la
producción de lana en Manteigas y en todo Portugal decayó
considerablemente. Por ello, lo que Isabel Costa encontró al visitar una
vez más el pueblo fue un templo en ruinas; tras años de luchas, la
industria lanífera había sucumbido.
Fue ese precisamente el
impulso que necesitó esta emprendedora para lanzarse a la renovación de
este arte, con lo que, de paso, ayuda a revivir la economía local y a
mantener viva una tradición centenaria.
De acuerdo con un reporte de Business Insider,
para la confección del tejido tradicional y natural, llamado burel, que
tan usado ha sido en Portugal durante más de mil años, la fábrica
echada a andar por Costa está utilizando las mismas máquinas del siglo
XIX que sostuvieron económicamente a esa región, justamente las máquinas
sobrevivientes que no habían sido fundidas para ser vendidas como
hierro.
“Toda la lógica detrás del proyecto era aportar valor: valorar la
tela, las máquinas, el arte, la gente”, declaró la empresaria. “Si no
hubiéramos puesto en marcha este proyecto en ese momento, las personas
que nos podían enseñar [a usar las máquinas] ya no estarían vivas. Las
máquinas son hermosas, pero solo lo son si funcionan. De lo contrario,
es solo un museo.”
El resultado de todo este empeño es una tela de
lana gruesa, resistente y duradera, originalmente de color beis, que
Costa ha buscado teñir de diversos colores, y que se emplea para la
tapicería de muebles, para las alfombras, sobre la mesa a manera de
manteles individuales y como cubrecamas.
Igual que este burel práctico y duradero mantuvo y mantiene a los
pastores en un entorno tibio durante las frías noches de montaña, ahora
le está dando de comer y de vivir a más de cien trabajadores residentes
en Manteigas.
Según la página web de Burel Factory,
su objeto de trabajo se ha extendido a carpetas de computadora,
mochilas, collares, cinturones, juguetes, mantas y almohadas, además de
asociarse de manera activa con diseñadores de moda, artistas y
estilistas para crear piezas únicas y originales.
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