Diez enclaves naturales de Portugal para viajeros más que exigentes
AZORES
Esculpidas por la naturaleza sobre el azul del Atlántico, las nueve islitas que forman este bucólico archipiélago
son perfectas para los que buscan destinos sin trillar y con poca
gente. Espectaculares paisajes volcánicos, playas de lava, aguas
termales, avistamiento de ballenas… Para amantes de la naturaleza virgen.
BOSQUE DE BUÇACO
Dicen que Buçaco es un bosque encantado. Encantado o no, es un lugar para perderse. Y es que son más de setecientas especies arbóreas las que se concentran en este parque forestal al que se accede desde la localidad de Luso, próxima a Coimbra. En sus laderas, una densa vegetación formada por árboles traídos de los tres continentes en los que los portugueses tuvieron colonias. Además de su diversidad botánica, el enclave fue escenario de la histórica batalla de Buçaco, por lo que ha sido reconocido como Mata Nacional.COSTA VICENTINA
El cabo de San Vicente, el punto más suroccidental del continente europeo, da nombre a un litoral deslumbrante de altos acantilados y playas salvajes, que es un paraíso para los surfistas. La Costa Vicentina es parque natural y se brinda para un montón de rutas por su red de senderos.ALDEAS HISTÓRICAS
Al otro lado de la raya, una docena de pequeños pueblos de la región Centro trazan una ruta sorprendente donde revivir la historia de Portugal sin apenas cruzarte con gente. Son pequeños y, sin embargo, cargados de arte e historia, con castillos, murallas, capillas, pelourinhos
y una austera arquitectura de granito. Si Almeida puede ser un buen
punto de partida, el recorrido continúa por Castelo Mendo, Marialva,
Idaha-a-Velha, Monsanto (el que dicen es el pueblo más portugués de
Portugal), curioso por los enormes bolos de granito que, en ocasiones,
sirven de techo a sus casas y delimitan sus calles, o Castelo Rodrigo (en la imagen), rodeado de imponentes murallas.
COMPORTA
Kilómetros de arena frente al mar harán que el mayor de los problemas sea elegir en cuál de ellos levantar el campamento. A solo una hora de Lisboa y en la costa del Alentejo, la naturaleza aún sigue intacta por aquí –normal si se tiene en cuenta que forma parte del Parque Natural de la Costa Vicentina, lo que ha hecho que se convierta en el último paraíso ecochic de Portugal, con hoteles de diseño y exclusivas villas dispersas por el litoral.MONSARAZ
A un paso de la frontera con España, Monsaraz es una pequeña aldea de estampa inconfundible que representa el Alentejo más auténtico. En otro tiempo Monsaraz fue escenario de muchas batallas y sinsabores, hoy es un pueblo donde no hay un solo ruido, todo es tranquilidad y quietud. Posee un castillo medieval, monumentos megalíticos y, por su ubicación en un cerro, unas imponentes vistas del valle del Guadiana y del paisaje de olivos que la envuelve, por algo es uno de los pueblos más bonitos de Portugal.RIA FORMOSA
Cruzando el Guadiana, este espectacular paisaje anfibio que dibuja la ría es el paraíso de aves acuáticas, mariscadores y bañistas solitarios en el Algarve. Una sucesión de istmos y largas islas arenosas que discurre paralela a la costa a lo largo de 50 kilómetros hasta la península de Ançao, cerca de Faro, formando un magnífico laberinto de agua, canales, caños, esteros, dunas y playas bajo la figura de parque natural.PENEDA-GERÉS
Adentrarse en este parque nacional al norte de Portugal es descubrir a cada paso un lugar donde detenerse. Tiene aldeas tradicionales, miradores, embalses, cascadas, santuarios (el de Nossa Senhora da Peneda, en la imagen), vestigios romanos… Todo en un accidentado espacio dispuesto en forma de herradura, cuyos extremos parecen abrazar el sudoeste de la provincia de Ourense, con la que tiene más de 100 kilómetros de frontera en común.DUNAS DE SAO JACINTO
El rincón más salvaje y estremecedor de la ría de Aveiro
es esta Reserva Natural das Dunas de São Jacinto. Son 700 hectáreas de
dunas móviles y fijas (con pinares), y un playazo del fin del mundo
donde el oleaje, el viento y la estricta soledad estremecen. Desde Aveiro,
se puede ir en coche a São Jacinto cruzando la bocana de la ría a bordo
del ferri que zarpa de Forte da Barra o dando un rodeo de casi 50
kilómetros por carretera.
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