Esperpento ferroviario / Francisco J. Gil *
Cuando Renfe quiere deshacerse de un servicio primero deja que se
deteriore, espanta a los viajeros. Lo hemos visto con los trenes
nocturnos. De los cómodos expresos con camas y restaurante, o el
innovador Tren Hotel que inició su andadura en la década de 1990 pasó a
un auténtico esperpento.
Ya no solo porque por falta de mantenimiento
se quedasen tirados en medio de la nada y sus viajeros tuvieran que ser
rescatados en autobús al cabo de varias horas. Es que arrojó su reputación
al basurero hasta en los más pequeños detalles.
Nunca olvidaré la última
vez que viaje en el tren hotel a Madrid, y vi que la manta de pura lana
virgen que llevaban antes los departamentos de camas, habían sido
sustituidas por otras de un tejido de ínfima calidad, grises, como las
que se ven en las cárceles de las películas americanas.
Espantar viajeros para que luego puedan desaparecer los trenes.
Desaparecieron los trenes nocturnos, cuando Europa los está recuperando
de manera decidida, entre otras razones porque es más sostenible (la
electricidad es más barata de noche, sustituye al avión igual que el
tren de alta velocidad, ahorra una noche de hotel...) Desapareció el
diurno al País Vasco y ahora planifica unos horarios que no tienen ni
pies ni cabeza.
Incluso con los mismos trenes que hay ahora, se podrían
duplicar las frecuencias, simplemente con un servicio más eficiente
entre Madrid y Ourense y lanzaderas desde Ourense al resto de las
ciudades gallegas, de manera que cada una de ellas pudiese tener, además
de un tren directo, otros dos o tres, con un cómodo y rápido transbordo
en la estación de A Ponte.
Pero para eso haría falta voluntad y
espíritu comercial, dos cualidades que hace décadas desaparecieron de
Renfe.
(*) Periodista español
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