Muere el sacerdote claretiano español Pere Casaldáliga Plá, el 'obispo de los pobres' en Brasil


SAO PAULO.- El obispo español Pere Casaldáliga Plá, uno de los impulsores de la Teología de la Liberación y de los derechos de los indígenas, falleció la noche del sábado en Batatais (Estado de Sao Paulo, Brasil) a los 92 años, según informó poco después la congregación de los Claretianos de Batatais.


El catalán Casaldáliga, que vivía en Brasil desde 1968, estaba ingresado en Batatais, en el interior del estado de Sao Paulo, aquejado de una neumonía con derrame pulmonar. Su estado de salud era delicada desde hace años, pues también padecía parkinson.

Casaldáliga, reconocido en Brasil por su intensa labor social y defensa de los más pobres, se le conoce como el “obispo del pueblo” por su defensa de los pueblos indígenas de la Amazonia y la lucha contra la violencia en el campo.

Participó en la fundación de la Comisión Pastoral de la Tierra y Consejo Misionero Indígena, ambas organizaciones vinculadas a la Iglesia católica, y vive en Brasil desde 1968.

El obispo, hijo de campesinos y ordenado sacerdote en la España de la dictadura de Francisco Franco, ha llegado a sufrir amenazas de muerte en diversas ocasiones, entre ellas por su defensa de los indígenas Xavante de Marãiwatsédé en la retomada de sus tierras tras ser ocupadas por invasores.

Además de su actuación pastoral, Casaldáliga es reconocido por su producción literaria, tanto de poesía como de artículos y obras de cuño político.

Un mito

Ha muerto pues un mito. Pere Casaldàliga era considerado un profeta, una voz universal de denuncia de los abusos del poder y de las injusticias. Después de varios problemas respiratorios agravados por el parkinson, el claretiano y obispo emérito de São Fèlix d'Araguia murió este sábado. El martes pasado fue trasladado de Sâo Fèlix, en Batatais, pero no respondió al tratamiento.

¿Cómo se forjó el mito de Pere Casaldàliga? Nacido en Balsareny en 1928, él mismo explicó que su vocación quedó marcada por la persecución religiosa de 1936. Con menos de diez años conoció qué era una Iglesia perseguida y auténtica: “Uno ha abierto los ojos a la fe y ha crecido en una vocación rodeado de sangre de mártires. Después he entendido mejor hasta qué punto la conflictividad tiene que formar parte esencial de la Iglesia y de la vida de Jesucristo”. 

Todavía no sabía que años después él mismo sería amenazado de muerte por defender los derechos de los indígenas de la Amazonia brasileña. Desde muy joven se forma en los claretianos y en 1945 ingresa definitivamente en esta congregación religiosa misionera.

Sabadell, Barcelona, Barbastro y Madrid son los primeros destinos. Sus inquietudes revolucionarias son evidentes y su carisma, el de un líder. En los barrios de chabolas de Sabadell se convierte en un personaje incómodo para el régimen haciendo de portavoz de los derechos de los obreros.

Finalmente llega el momento definitivo de su vida. Los claretianos le proponen fundar una misión en el Mato Grosso. En medio de la Amazonia, como explicaba. Es 1968. Estamos en plena ebullición de los movimientos revolucionarios en Latinoamérica y en la etapa más violenta de la dictadura militar en Brasil. También el mundo eclesial está marcado por la apertura del Concilio Vaticano II y por la eclosión de la Teología de la Liberación.

Definitivamente Casaldàliga se pone al lado de los más débiles: las comunidades indígenas y los movimientos campesinos que defienden la propiedad de sus tierras explotadas por latifundistas. Lo hace creando comunidades y fomentando la formación de los campesinos para que sean ellos mismos quienes defiendan sus derechos. Crear una parroquia o formar a un grupo de catequistas es para Casaldàliga una misión apostólica inseparable de la misión social y comunitaria.

Dos años después de llegar a Brasil, consigue de la “nada” organizar una red eclesial y se crea la prelatura de São Félix de Araguaia. En 1971, Pablo VI le nombra primer obispo de esta demarcación. Casaldàliga no quería ser obispo, pero lo aceptó porque era lo que decidieron conjuntamente con las comunidades que formaban la nueva prelatura.

Como obispo, Casaldàliga tiene un nuevo altavoz. Se convierte en un referente para la lucha por la tierra en todo el Brasil. También articula la defensa de los campesinos a través de varios movimientos eclesiales de toda la Amazonia, como el Consejo Indigenista Misionero y la Comisión Pastoral de la Tierra. Eso lo convirtió definitivamente en un personaje incómodo para latifundistas y paramilitares. 

Pere Casadàliga también es víctima de la violencia estructural del país. En 1976 un policía mata ante él de un tiro al jesuita João Bosco Penido. Todos están convencidos de que creía que estaba disparando a Casaldàliga. Hasta el final de su vida no dejó de recibir amenazas de muerte. 

“Mis causas valen más que mi vida”, es la frase más conocida de Casaldàliga que sintetiza en lo que se convierte a partir de los años 70. A pesar de las desavenencias con la Iglesia jerárquica también tuvo el apoyo de la Santa Sede en los momentos más duros. “Quien toca a Pere [ Casaldàliga], toca a Pablo [VI]”, dijo el Papa para protegerlo.

“Después de la sangre, la palabra es el ‘poder’ mayor que existe”. Consiguió extender esa palabra de denuncia a través de sus libros y poemas a todo el ámbito Latinomericano. Las editoriales católicas contribuyeron a difundir su pensamiento. En Cataluña esta proyección todavía ha sido más fuerte porque siempre ha habido un estrecho contacto con los familiares, amigos y con la comunidad claretiana. Todavía hoy respiro en catalán es el título de unos de sus libros más conocidos, junto con Pedro Libertad .

Pere Casaldàliga ha sido 75 años claretiano y 34 años obispo de São Fèlix hasta su jubilación en el 2005. En el 2012 el parkinson empezó a apagar su voz, pero ha seguido siendo un referente para los sectores cristianos más progresistas y los agnósticos que comulgan con sus causas. Incluso los sectores más alejados de su visión eclesial le reconocen la coherencia y la mirada teológica desde los más pobres de la tierra.


Casaldáliga, el 'obispo del pueblo'



"Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres...". La cuenta de Twitter de Pedro Casaldàliga incluía el 4 de agosto su propia valoración de lo hecho a lo largo de 92 años. Se conoció pocas horas después de que el "obispo del pueblo", como lo han llamado los brasileños, fuera internado por problemas respiratorios en São Félix do Araguaia y luego conducido a un hospital paulista. 

Allí, en la ciudad que solía mirar de soslayo, y en cierta manera de un modo acusatorio, Casaldàliga cerró sus ojos por última vez, cuatro días más tarde. Murió a causa de una embolia pulmonar. La prueba de covid-19 le dio negativo. Las asociaciones relacionadas con su trabajo pastoral dieron a conocer la noticia "con mucho dolor, pero seguros como él lo estaba de su llegada a la Casa del Padre".
Las repercusiones fueron inmediatas."Fue uno de los líderes más influyentes de la Iglesia Católica en Brasil y América Latina en las últimas décadas", lo definió el diario Folha de Sao Paulo. La misa fúnebre se celebrará hoy domingo 9 de agosto, en Batatais, a unos 350 kilómetros al norte de Sao Paulo, y se transmitirá por Internet.

Hijo de campesinos, había nacido 16 de febrero de 1928 en Balsareny. Había atravesado el desastre de la guerra. En 1952 se había ordenado sacerdote en Montjuïc bajo los rigores escolásticos del franquismo. Don Pedro, como lo llamarían, se unió entonces a la orden de los claretianos. La vida sacerdotal llevó de Sabadell a Barbastro y más tarde a Madrid. Casaldàliga vibró con el Concilio Vaticano II y sus promesas de renovación. Desde 1962 entendió con mayor claridad sus anhelos de formar parte de una Iglesia diferente, siempre del lado de los humillados.

"Había llegado también para mí, personalmente, una hora decisiva. Entre otras cosas que ya he dicho, Che Guevara acababa de ser muerto, y su testimonio laico era una nueva llamada desde América", escribió en su autobiografía 'Yo creo en la justicia y en la esperanza', de 1975. El testimonio da cuenta de una época de intensidades utópicas que Casaldàliga aceptó como propia porque pensaba que el horizonte de redención, con sus costos, estaba al alcance de la mano.

En aquel 67 hasta le dedicó un poema en la memoria del guerrillero argentino-cubano ejecutado en una escuela boliviana. "Y, por fin, me llamó también tu muerte/ desde la seca luz de Vallegrande/ Yo, Che, sigo creyendo/ en la violencia del Amor: tú mismo/ decías que 'es preciso endurecerse/ sin perder nunca la ternura'".

Primero pensó en ir a Bolivia, “la Cenicienta postergada”, como la llamó. Después se inclinó por Brasil. Se internó la región amazónica del Araguaia, en el estado del Mato Grosso, junto con una misión claretiana. Nunca retornó a Cataluña. Casaldàliga se encontró con un universo de la desesperación humana, premoderno, donde todavía los terratenientes imponían su poder sobre la base de la violencia. Los campesinos, constató, perplejo, atravesaban experiencias propias de los campos de concentración europeos. El sacerdote aseguró haber participado del entierro de 1.000 peones "a menudo sin ataúd y muchas veces sin nombre".

Fue nombrado obispo titular de São Felix do Araguaia a partir de 1971. A su alrededor no había siquiera un teléfono. El día de la consagración episcopal publicó, de modo clandestino, un documento que medio siglo más tarde encuentra su potente actualidad cuando Brasil es gobernada por la ultraderecha. En ese informe denuncia a los responsables de un trabajo casi esclavo ("nacer, morir, los derechos básicos") y la explotación voraz de los recursos naturales. "Sentí que con el documento también podría haber firmado mi propia pena de muerte", recordó. Pronto comenzaron a amenazarlo y, también, a amarlo.

Teología de la Liberación

Para Casaldàliga, la iglesia de la Amazonía estaba "en conflicto con el latifundio y la marginación social". Por eso se puso al lado de los campesinos y pueblos originarios durante las cuatro décadas de su obispado. Participó de la fundación del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y de la Comisión Pastoral de la Tierra de la Iglesia brasileña (CPT).

Juan Pablo II no simpatizaba con la Teología de la Liberación que tenía en Brasil a uno de sus principales afluentes. Le pidió más de una vez explicaciones por sus posturas a aquel obispo catalán inmerso en la espesura amazónica. Hasta lo llegó a convocar al Vaticano, en 1988. Casaldàliga renunció al obispado a los 75 años pero no se movió de la diócesis ni de sus postulados.

En el 2013 se estrenó una miniserie sobre su vida, inspirada en el libro de Francesc Escribano y con la participación de TV3, titulada 'Descalzo sobre la tierra roja'.

"La Tierra es el único camino que nos puede llevar al Cielo", escribió en 1975 y lo repitió sin descanso. A lo largo de décadas, ha hablado y escrito mucho en favor de los que nunca han tenido más que infortunios: más de 50 obras de prosa e incluso poesía. Su palabra fue también virtual.

"Primero sea el PAN, después la LIBERTAD. (La libertad con hambre es una flor encima de un cadáver). "Donde hay pan, allí está Dios", dijo a través de Twitter en una de las últimas actualizaciones de su cuenta. Lo que es decir, al final del viaje que se había iniciado en Balsareny.

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