La pandemia aumenta el número de personas que necesitan un comedor social en Lisboa


LISBOA.- Problemas familiares, enfermedades, ingresos bajos o casi inexistentes forman parte de la historia de Mário, José y Jorge, tres personas que dependen de un comedor social de Lisboa para comer, una realidad que ha ido en aumento.


En la frontera entre las parroquias de Benfica y Carnide, en Lisboa, la asociación "El Compañero" existe desde hace 34 años en el apoyo a los presos, ex presos y sus familias, con lo que trabaja para una reinserción social y laboral y para lo que cuenta con servicios como una residencia colectiva, comedor social, apoyo social o asesoramiento jurídico, entre otros.


La directora ejecutiva de esta institución privada de solidaridad social (IPSS) le explicó que opera desde 2012 un comedor social, un servicio destinado a la preparación y suministro de comidas a personas y familias económicamente desfavorecidas y que forma parte del Programa de Emergencia Alimentaria, promovido por el Instituto de la Seguridad Social.

José de Almeida Brites explicó que el comedor funciona de lunes a sábado, aunque distribuye alimentos durante siete días a la semana, y que actualmente la institución distribuye comidas diariamente a unas 115 personas.

Mário Rosa, de 68 años, es una de estas personas, y en conversación con el equipo de reporteros de Lusa contó lo importante que es este apoyo, teniendo en cuenta que la jubilación que recibe no es suficiente para todos los gastos.

Antes de la entrevista, Mário ya había contado que fue deportista del Benfica durante 40 años, primero como atleta de hockey sobre patines y luego como luchador, que el servicio militar le dejó varias enfermedades, concretamente hepatitis y problemas de columna, mientras que las desavenencias familiares le dejaron sin poder vivir en la casa que pertenecía a sus padres.

Lleva 14 años en la cárcel, y los últimos 10 años ha ido a buscar comida al comedor social de la institución.

"Mi jubilación no alcanza para pagar la habitación, me ayuda la Santa Casa [de la Misericordia de Lisboa], la Santa Casa me da dinero para pagar la habitación y para los pañales porque fui operada de un cáncer y el dinero no alcanza ni para pagar la habitación ni para pagar los pañales", contó.

De la Santa Casa da Misericórdia de Lisboa recibe 130 euros mensuales, de los cuales 100 se destinan a pagar la habitación donde vive en la zona del Marquês de Pombal.

"No es suficiente para comer. Así que hace más de 10 años que vengo aquí a por comida", reveló, y añadió que en "O Companheiro" también recibe ropa y zapatos.

Ahora, para "estar tranquilo", sólo desea que sus nueve hermanos vendan la casa que perteneció a sus padres y le den lo que dice que le robaron.

José Rodrigues, de 64 años, vive en el Bairro Padre Cruz y su rutina diaria incluye coger el autobús que le deja cerca de la asociación y desde donde toma el almuerzo y la cena para él y su acompañante, desde "hace unos tres o cuatro años".

"Mi pensión y la de mi mujer es muy poca porque a final de mes no nos queda nada. Tenemos que pagar las facturas de agua, luz, gas y otras cosas más, nos quedamos con poco dinero, pero tenemos que apretarnos el cinturón, tenemos que hacer un poco de sacrificio para llegar a fin de mes", confiesa.

José Rodrigues contó que tiene "familia cercana", pero desde hace tiempo su hogar es sólo él y su pareja porque con el resto de la familia no tiene contacto.

Conoció la existencia del comedor social a través de un amigo y dijo, sin dudarlo, que espera que sea una ayuda que se mantenga por mucho tiempo.

"Esta ayuda es buena y nos permite vivir un poco mejor", señaló, mencionando de nuevo que su pensión es pequeña.

Jorge Faria, de 68 años, también recoge su comida en el comedor social "O Companheiro" desde hace tres años, con el que se garantiza la comida y la cena para él y su mujer.

Vive en un edificio justo al lado de la asociación y todos los días camina lentamente los pocos metros que separan su casa del comedor social.

Dijo que es angoleño, que vino de Angola "con enfermedades", y que ni él ni su mujer tienen pensión, por lo que esta ayuda "es muy importante, muy, muy importante".

"Me ayuda, sin esto no sé qué sería, o tendría que llamar a las puertas de los vecinos para ver si me dan un bocadillo o algo de comer, pero de momento, gracias a Dios estamos bien", dijo.

El comedor social fue una medida ampliamente impulsada durante el gobierno del primer ministro Pedro Passos Coelho, cuando se destinaron 50 millones de euros solo en 2013 para la puesta en marcha de 950 comedores en todo el país, como una forma de responder a las necesidades de las familias que en ese momento atravesaban un periodo de fuertes restricciones debido a la crisis económica.

Según los datos más actuales de la Carta Social, donde se recogen los servicios y equipamientos sociales existentes, en 2018 había 112 comedores sociales en funcionamiento a los que acudían a comer y cenar 4.105 personas, aunque la capacidad total podría alcanzar los 7.100 usuarios, lo que significa que sólo el 57,8% de la capacidad total de estas instalaciones estaba en funcionamiento.

Unas cifras que todavía no reflejan el impacto de la actual pandemia, covid-19 pero que, según el director ejecutivo de "El Compañero", provocaron un aumento en el número de personas que en el último año accedieron a este comedor social.

"Hubo un aumento significativo desde hace un año a esta parte, de alrededor del 35%, de personas. Antes hacíamos una media de 89 a 90 comidas al día; ahora, llegamos a unas 115 al día, lo que acaba siendo bastante significativo", reveló de Almeida Brites.

Según Brites, se trata de personas que trabajaban de forma más precaria -algunos con contratos verdes, otros en paro tras el cierre de sus centros de trabajo durante la fase de confinamiento- lo que les llevó a "situaciones extremas" de necesidad, "y les dejó sin respuesta".

Reconoce que no esperaba encontrar el tipo de personas a las que acabó apoyando, personas con capacidades, pero que "por razones obvias" perdieron sus sueldos de un momento a otro y acabaron teniendo que pedir ayuda.

Incluso teme que la precariedad aumente -señalando que tras la crisis sanitaria vendrán las crisis sociales y económicas-, pero subraya que la institución tiene recursos para garantizar hasta 200 comidas diarias.

Pide que, en este asunto, el Estado aumente el apoyo que se da a las instituciones, recordando que la aportación que se paga por cada comida se ha mantenido sin cambios desde 2012 en 2,5 euros, aunque los gastos han aumentado por el sistema de "comida para llevar", que requiere un gasto extra con cajas para transportar la comida.

Por ello, pide que se reevalúe el importe por comida, ya que la organización se ve obligada a hacer una "enorme gimnasia financiera" para sostener el comedor social, un proyecto que define como "esencial en la vida de las personas".

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